Religión y Prosperidad Económica

David Abuchar Luna
3 min readOct 9, 2021

En América Latina, la región de donde vengo, la religión es omnipresente. Un gran porcentaje de la población utiliza habitualmente expresiones como “gracias a dios” o “si dios quiere”. También suelen añadir “bendiciones” después de despedirse. Cuando las cosas van bien no hay duda, es “gracias a dios”. Y cuando salen mal, “dios sabe cómo hace sus cosas”.

Desafortunadamente, no hay muchos estudios sobre el nivel de religiosidad por países, pero los pocos disponibles revelan datos muy interesantes. Una encuesta de Gallup en 2009 mostró que las naciones más pobres tienden a ser más religiosas que las ricas. Investigaciones más recientes han descubierto que los países en los que la religión es más importante son habitualmente más corruptos y tienen mayores índices de criminalidad.

Gallup 2009 y World Bank Data

Lo que muestran los datos es que, salvo algunas excepciones, la religiosidad es inversamente proporcional a la prosperidad. Esto no debería sorprender. En la mayoría de los países pobres la vida cotidiana de la gente es una lucha constante. La vida en los grandes centros urbanos de una región como América Latina está llena de incertidumbre. No sólo por el crimen violento. Caer enfermo o ser despedido puede cambiar drásticamente el nivel de vida de un individuo o de un hogar.

A medida que las sociedades se enriquecen y las condiciones de vida se vuelven menos precarias, la fe pierde gran parte de su atractivo. Naturalmente, hay excepciones. Países como Vietnam o Bielorrusia, donde los gobiernos prohibieron durante muchos años la religión, no son naciones del todo prósperas y a pesar de ello la religiosidad es baja.

La principal excepción en el sentido contrario es Estados Unidos. Una nación rica donde en 2020, el 48 por ciento de sus ciudadanos respondieron que la religión es muy importante en sus vidas y el 25 por ciento que es bastante importante. Para poner estas cifras en perspectiva, en 2018 en Alemania y Francia solo el 12 por ciento de los adultos se consideraban “muy religiosos”.

Pero no hace falta escarbar mucho para descubrir que la prosperidad en Estados Unidos no es compartida por todos. Estados Unidos sale mucho peor parado que sus pares en métricas de problemas sanitarios y sociales como la esperanza de vida, la mortalidad infantil, los homicidios, los nacimientos de adolescentes, la obesidad y las enfermedades mentales, entre otros. En 2018, 4 de cada 10 adultos del país no podían cubrir un gasto de emergencia de 400 dólares.

Así, no es de extrañar que la religión siga jugando un papel tan importante en la vida de los estadounidenses. La seguridad existencial que los tipos de gobiernos más progresistas proporcionan a sus ciudadanos sigue sin estar disponible para ellos. Es más, la religiosidad puede incluso tener un efecto perjudicial en el desarrollo del buen gobierno, como lo demuestra el apoyo de los principales grupos religiosos en la elección de Donald Trump en 2016.

Puede que un alto nivel de religiosidad no sea la causa fundamental del mal gobierno, pero sin duda es un síntoma del mismo. Adicionalmente, en los países en los que la gente acepta sus insatisfactorias condiciones de vida como “la voluntad de Dios”, la fe no contribuirá a la creación de las sociedades civiles con la fortaleza necesarias para exigir responsabilidades a sus gobernantes.

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David Abuchar Luna

Colombian living in Brussels. I write about current affairs and football/ Colombiano viviendo en Bruselas. Escribo sobre actualidad y fútbol.